Por Julián Acevedo

Los meses de confinamiento por culpa de la pandemia y las medidas tomadas por todos los gobiernos para contrarrestar los efectos del coronavirus hicieron que la tecnología adquiriera una mayor relevancia en cada momento de nuestras vidas. En otras palabras, nos hicimos más dependientes de ella. 

La primera evidencia de esta “re-visión” se manifestó en las comunicaciones interpersonales. Por ejemplo, las aplicaciones de videollamadas permitieron que estuviéramos más cerca de nuestros seres amados y salvaron muchos puestos de trabajo. 

En lo laboral, se implementaron (o fortalecieron) modelos como el “home office”, que le dieron un vuelco interesante a la manera como las personas asumimos nuestra relación con los entornos laborales, los colegas y nuestros jefes. 

Pero la virtualidad no es algo nuevo. La comunidad Second Life, por ejemplo, fue durante algunos años un referente de esta tendencia, donde a través de la creación de avatares, usuarios reales se convirtieron en “residentes” de un mundo virtual y mantuvieron una vida alternativa en Internet. 

Ahora llega el Metaverso, que se ha puesto de moda gracias a Mark Zuckerberg. Para definirlo de manera simple, se trata de un espacio en la web en el que podremos usar un avatar y realizaremos actividades que en el mundo real son cotidianas, como trabajar, hacer compras, entablar relaciones, contratar servicios, jugar… En resumen, trasladaremos o replicaremos allí varios aspectos relevantes de nuestra vida online. 

Todo eso conlleva un cambio en la manera de comunicarnos como individuos y como empresas, marcas y organizaciones. Porque el Metaverso es también un espacio para que las compañías interactúen con consumidores y públicos objetivos, aprovechando un cúmulo de oportunidades que representarán los nuevos comportamientos de las personas en esa nueva realidad. 

El alcance de este universo paralelo en materia de comunicaciones es tal que incluso Reuters, una de las agencias de noticias más prestigiosas del planeta, está creando canales informativos para las audiencias dentro del Metaverso. Incluso, los medios podrían “crear” enviados especiales virtuales que informen los acontecimientos más relevantes del mundo digital. 

Las posibilidades son casi ilimitadas. Sin embargo, las empresas deben considerar que en el Metaverso los individuos nos comportaremos de una manera mucho más activa. Eso quiere decir que sus estrategias de comunicación tendrán que ser completamente diferentes a las que aplican en el mundo offline, porque el objetivo ya no será solo convencer, promover una operación de adquisición de bienes y servicios, y generar empatía (top of heart y top of mind), sino que deberán involucrar a las personas. Las experiencias no solo deberán ser inolvidables, también, 100% vinculantes e interactivas. 

Aún quedan muchos puntos por unir en lo que se refiere a la comunicación en el Metaverso (muchos de ellos éticos y morales), lo que no quiere decir que debamos esperar pasivamente a que las cosas sucedan para luego unirnos a la corriente. Ese universo está todavía inexplorado y demanda pioneros que realmente definen comportamientos y tendencias.



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